miércoles, 23 de octubre de 2013

BESOS Y MORDISCOS



Aquí os dejo con un artículo de la revista Infancia y salud extraído del ejemplar de noviembre-diciembre del 2010 y escrito por Imma Riu.

Tanto da, besos o mordiscos, son consecuencias de emociones que sentimos. Los primeros los normalizamos y lo segundos los patologizamos. Si no es problema el hecho de que un niño diga "toche" en vez de coche cuando todavía no sabe hablar...¿por qué lo es que muerda cuando todavía no sabe expresar sentimientos? Si fuese capaz de decir: ¡es que no te entiendo!, no te puedo explicar lo que quiero, tengo ganas de estar contigo, me duelen los dientes" . Si fuese capaz de hacerlo, seguramente lo haría y no mordería. Hay muchos adultos que no son capaces de decir "me siento mal con lo que has hecho" y se pasan tres días con malas caras y con mutismo completamente voluntario.
Las emociones nos mueven para facilitarnos la vida. El miedo nos hace alejar de lo que tenemos o nos ayuda a prepararnos y a estar alerta frente a una situación peligrosa. El enojo es la emoción que tenemos cuando nos sentimos frustrados, cuando creemos que se han traspasado nuestros límites. El enojo nos lleva a agredir para defendernos. Aquel comportamiento agresivo que fue tan útil a antepasados para defenderse de los ataques de los depredadores, ahora no nos permite socializarlos. A lo largo de los años hemos desarrollado otras respuestas alternativas: decimos no, marchamos, nos quejamos... Para aprender, no obstante, necesitamos tiempo, un entorno que nos enseñe y una maduración de nuestro sistema nervioso.

Mientras pasa todo esto en nuestros cerebros, curso tras curso y en todas las escuelas infantiles, alrededor del año, los niños muerden. De hecho muerden, comen con las manos o torpemente con la cuchara y hacen pipí en los pañales. Cuando hayan aprendido otras habilidades y alas pondrán en práctica. Pero, mientras no sea así, las educadoras se verán en la difícil situación de explicar a aquel padre o madre qué ha sido el mordisco escandaloso que se ha marcado en la cara del niño. O bien comentar a unos padres, empujadas a medias por la presión de los otros padres, que su hijo o su hija hace unos días que muerde.

Ellas saben muy buen qué hacer. Conocen a la perfección los mecanismos de aprendizaje de sus niños. Algunas dirán "no" con tono afectuoso pero decidido, y apartarán al niño hacia otro lugar. Otras le explicarán que eso duele. O quizás lo apartarán
sin mirarlo directamente y evitarán así que el intento de llamar la atención tenga éxito. Le enseñarán a reclamar de otra manera. En muchos casos podrán evitarlo distrayéndolo con canciones o juegos. En alguna escuela se habrán preocupado de disponer de aquellos objetos que permitan descargar la tensión acumulada por todo lo que vive tan intensamente. En muchos equipos las maestras se tranquilizarán compartiéndolo con las compañeras y después observarán, como por arte de magia, que este "ansiolítico" también tiene efecto sobre la conducta del niño. Y así, con el esfuerzo y la dedicación día a día, los niños que mordían mucho, cuando lleguen al curso siguiente, habrán cambiado el mordisco por un, todavía torpe "¡Es mío!". Aún les queda mucho por aprender.

Muchas familias seguirán con más o menos conocimientos o intuición estos pasos y, si todo va como debe, transcurridos unos años encontraremos un adulto maduro emocionalmente reclamando de forma asertiva (educada pero decidida) lo que cree que le corresponde. Si no es así, formará parte de los miles de adultos inmaduros con los que cuenta nuestra "avanzada sociedad" esperando que el mundo gire a su alrededor.

Un mordisco en la mejilla o en el brazo de un hijo genera emociones de todo tipo: pena, rabia, miedo... Es normal y adaptativo. Pero lo que hagamos con estas emociones también servirá de modelo a nuestro hijo. He visto más de un padre reaccionando violentamente ante un hijo que jugaba con una pistola.¿Quién aprende de que?.

Todo esto las educadoras lo saben y, con paciencia , siguen su trabajo día tras día. No obstante, al otro lado de la puerta, el padre o la madre seguirá reclamando más vigilancia (¿guardias de seguridad?), que aparten a los "agresivos"(¿los mandamos todos al psicólogo?) o que aíslen a las víctimas para evitar nuevos ataques(¿vitrinas protectoras de cristal?).

Socializarse quiere decir estar en contacto con virus, tener que esperar que sea tu turno para comer, dormir con otros ruidos, tener la posibilidad de recibir un mordisco...Pero también quiere decir tener un buen sistema inmunitario, saber esperar, tolerar, compartir, afrontar frustraciones y desarrollar los mecanismos emocionales necesarios para sobrevivir en nuestro mundo actual donde los depredadores tienen nombre de persona.


Publicado por: Julia Jordá Aznar

1 comentario:

  1. Perdón, pero morder es violencia, y no hay que normalizarla.
    Zero Violence Since Early Childhood: The Dialogic Recreation of Knowledge. Artículo de Oliver en Qualitative Inquiry que pone este artículo de Riu como ejemplo de la normalización de la violencia. Violencia 0 desde los 0 años.

    ResponderEliminar